domingo, 11 de octubre de 2015

Una experiencia dentro del Reclusorio.

          Un buen día decidí ser voluntaria para realizar actividades dentro de un CERESO, escogí el de Pacho Viejo, Veracruz por ser el que queda más cerca de mi domicilio, después de hacer la solicitud de manera oficial y recibir la oportunidad de participar en actividades culturales y recreativas por fin llegó el momento. Días antes había preparado los materiales a utilizar y los juegos programados.



            Ir al CE.RE.SO (Centro de Readaptación Social) me emocionó desde el primer día, no sabía con qué me iba a encontrar y estaba contando las horas para estar ahí. En el camino fui averiguando en el pueblo cómo llegar y a todos los que les pregunté me fueron dando las indicaciones muy sonrientes.

            Por fin llegué, observé una larga fila de personas esperando ingresar, la mayoría señoras con grandes bolsas de comida que sin duda alguna habían preparado para sus hijos, esposos, hermanos o amigos con mucho cariño. Debo admitir que hace falta mucho amor para llegar ahí. En la entrada los custodios revisan cuidadosamente las pertenencias que se van a ingresar. Por fin estaba adentro, honestamente he visto muchas series de televisión y me imaginé otro ambiente, otro lugar. Me llevé una sorpresa al encontrar jardines muy limpios e instalaciones agradables. Me acompañaron al área en dónde iba a trabajar y de pronto me encontré rodeada de los internos y sus familias, la gran mayoría portaba una playera color naranja; conforme iba  avanzando daba los buenos días y todos me saludaban, empecé a instalarme en una mesa, mientras iban por sillas, una sombrilla y otra mesa, me quedé acomodando los libros y materiales que llevaba, de pronto se me acercó Berna, un pequeño de ojos  verdes a preguntarme qué hacía, le pregunté su nombre y él el mío, le dije que si le gustaba leer y me dijo que no sabía, que solo quería mirar los  dibujos, curiosamente con Berna me sentí acompañada, poco a poco se fueron acercando más niños, cuando terminaron de instalar las mesas y las sillas como si fuera una escuela comencé la primera actividad.

            Algunos internos se acercaron a participar con los niños, algunos eran sus papás, otros simplemente querían hacer algo distinto.   Honestamente en la primera actividad no sabía cuál sería el resultado, cuando terminamos la mayoría se había integrado. Había niños de todas las edades, algunos sonreían y otros observaban con actitud seria, pero todos trabajaban. Primero hicimos un barco de papel,  me di cuenta que para algunos era su primera vez, me dio gusto haberles enseñado algo, aunque sea muy sencillo, después con la baraja de la lotería que me prestaron en el CERESO construimos un cuento entre todos, internos, custodios y niños inventamos una historia que hablaba del barco, de su barquito de papel.

Hicimos más actividades, colorearon, brincaron, jugaron, por un momento todos nos olvidamos dónde estábamos, lo único que me lo recordaba eran las enormes paredes blancas y los alambres de púas en la parte superior de las mismas. Todos los internos con los que tuve trato tuvieron una actitud de respeto en todo momento, ignoro la razón por la que están ahí, pero tampoco me gustaría saberla al menos ahora, soy el tipo de persona que cree que todos los seres humanos son bondadosos, pero que también el ambiente donde nos formamos y las experiencias que tenemos marcan nuestra personalidad, que a menudo nos tratan como nosotros tratamos y que  por ese fragmento de tiempo, quiénes estaban ahí se convirtieron en buenas personas. Tener cerca a los niños los hacía mejores aún.

Algunas niñas me platicaron que iban a la escuela en Xalapa, no pude dejar de pensar en lo complicado que debe ser para ellos tener que lidiar con tener un familiar en la cárcel, que solo pueden verlo y abrazarlo una vez a la semana, vivir con la incertidumbre de saber si algún día saldrá y aparte aguantar la burla de sus amigos y compañeros de escuela. Son situaciones que a veces no nos imaginamos que existen. Una pequeña de tres años permaneció con cara de enojada durante casi las 4 horas que estuvimos ahí, al final las maquillé con una mariposa en el rostro, cuando le mostré cómo se veía, hasta entonces sonrió por primera vez. Para mi una mariposa representa la oportunidad de explorar nuevos mundos, la libertad de volar hacia otros horizontes, simplemente la libertad, que en algún momento dejaron escapar, pero que día a día luchan por recuperar.

Fotografía tomada de la cuenta de Twitter: @SP_Veracruz
            Pude observar los trabajos que realizan dentro de las instalaciones, en su mayoría son cuadros escrupulosamente elaborados con diferentes técnicas, la más llamativa: el repujado. Hay infinidad de artesanías que venden a precios muy accesibles a los visitantes, lámparas tejidas con hilos de colores, madera tallada, pulseras, etc., la verdad es que no compre nada porque había dejado mis pertenencias en la entrada, me llamó la atención una mariposa monarca tallada en madera con colores muy brillantes, la vendía un joven con tatuajes por todos lados, muchos de los internos tienen todo tipo de dibujos, me pregunto qué representa cada uno. Es impresionante el trabajo que se tiene que realizar para que una persona vuelva a ser parte de la sociedad. Quiero pensar que cuando alguien abandona este lugar lleva muchas reflexiones y nuevas formas de ganarse la vida, que tal vez debió aprender antes de llegar ahí. ¿Somos la sociedad ideal?, ¿Prestamos atención a quiénes nos rodean o únicamente pasamos de largo fingiendo no ver los problemas de los demás?, particularmente creo que deberíamos ser más sensibles ante lo que sucede a nuestro alrededor y en la medida de nuestras posibilidades ayudar a quién tenemos enfrente, para que no tengamos que ver niños adentro de los penales… de hecho, para que no tengamos que ver a nadie.



Aleyda Gatell 
Twitter: @aleydagatell




No hay comentarios:

Publicar un comentario