Un buen día decidí ser voluntaria para realizar actividades dentro
de un CERESO, escogí el de Pacho Viejo, Veracruz por ser el que queda más cerca
de mi domicilio, después de hacer la solicitud de manera oficial y recibir la
oportunidad de participar en actividades culturales y recreativas por fin llegó
el momento. Días antes había preparado los materiales a utilizar y los juegos
programados.
Ir al CE.RE.SO (Centro de Readaptación Social) me
emocionó desde el primer día, no sabía con qué me iba a encontrar y estaba
contando las horas para estar ahí. En el camino fui averiguando en el pueblo cómo
llegar y a todos los que les pregunté me fueron dando las indicaciones muy
sonrientes.
Por fin llegué,
observé una larga fila de personas esperando ingresar, la mayoría señoras con
grandes bolsas de comida que sin duda alguna habían preparado para sus hijos,
esposos, hermanos o amigos con mucho cariño. Debo admitir que hace falta mucho
amor para llegar ahí. En la entrada los custodios revisan cuidadosamente las
pertenencias que se van a ingresar. Por fin estaba adentro, honestamente he
visto muchas series de televisión y me imaginé otro ambiente, otro lugar. Me
llevé una sorpresa al encontrar jardines muy limpios e instalaciones
agradables. Me acompañaron al área en dónde iba a trabajar y de pronto me
encontré rodeada de los internos y sus familias, la gran mayoría portaba una
playera color naranja; conforme iba
avanzando daba los buenos días y todos me saludaban, empecé a instalarme
en una mesa, mientras iban por sillas, una sombrilla y otra mesa, me quedé
acomodando los libros y materiales que llevaba, de pronto se me acercó Berna,
un pequeño de ojos verdes a preguntarme
qué hacía, le pregunté su nombre y él el mío, le dije que si le gustaba leer y
me dijo que no sabía, que solo quería mirar los
dibujos, curiosamente con Berna me sentí acompañada, poco a poco se
fueron acercando más niños, cuando terminaron de instalar las mesas y las
sillas como si fuera una escuela comencé la primera actividad.
Algunos internos
se acercaron a participar con los niños, algunos eran sus papás, otros
simplemente querían hacer algo distinto.
Honestamente en la primera
actividad no sabía cuál sería el resultado, cuando terminamos la mayoría se
había integrado. Había niños de todas las edades, algunos sonreían y otros
observaban con actitud seria, pero todos trabajaban. Primero hicimos un barco
de papel, me di cuenta que para algunos
era su primera vez, me dio gusto haberles enseñado algo, aunque sea muy
sencillo, después con la baraja de la lotería que me prestaron en el CERESO
construimos un cuento entre todos, internos, custodios y niños inventamos una
historia que hablaba del barco, de su barquito de papel.
Hicimos más actividades, colorearon, brincaron, jugaron, por un momento
todos nos olvidamos dónde estábamos, lo único que me lo recordaba eran las
enormes paredes blancas y los alambres de púas en la parte superior de las
mismas. Todos los internos con los que tuve trato tuvieron una actitud de
respeto en todo momento, ignoro la razón por la que están ahí, pero tampoco me
gustaría saberla al menos ahora, soy el tipo de persona que cree que todos los
seres humanos son bondadosos, pero que también el ambiente donde nos formamos y
las experiencias que tenemos marcan nuestra personalidad, que a menudo nos
tratan como nosotros tratamos y que por
ese fragmento de tiempo, quiénes estaban ahí se convirtieron en buenas
personas. Tener cerca a los niños los hacía mejores aún.
Algunas niñas me platicaron que iban a la escuela en Xalapa, no
pude dejar de pensar en lo complicado que debe ser para ellos tener que lidiar
con tener un familiar en la cárcel, que solo pueden verlo y abrazarlo una vez a
la semana, vivir con la incertidumbre de saber si algún día saldrá y aparte
aguantar la burla de sus amigos y compañeros de escuela. Son situaciones que a
veces no nos imaginamos que existen. Una pequeña de tres años permaneció con
cara de enojada durante casi las 4 horas que estuvimos ahí, al final las
maquillé con una mariposa en el rostro, cuando le mostré cómo se veía, hasta
entonces sonrió por primera vez. Para mi una mariposa representa la oportunidad
de explorar nuevos mundos, la libertad de volar hacia otros horizontes,
simplemente la libertad, que en algún momento dejaron escapar, pero que día a
día luchan por recuperar.
Fotografía tomada de la cuenta de Twitter: @SP_Veracruz |
Aleyda Gatell
Twitter: @aleydagatell
No hay comentarios:
Publicar un comentario