Cuando
era niña esperaba a que llegaran las vacaciones de verano para ir de paseo a
Xalapa, cargábamos un viejo veliz rojo, que por dentro estaba forrado de satín
y los broches golpeaban los dedos cada que lo queríamos abrir, tomábamos un
viejo ADO y durante el camino cerraba los ojos imaginando lo que sería de grande, pensaba en los
chicos que me gustaban -como toda adolescente- y finalmente me quedaba dormida.
Podía reconocer cuando
llegábamos a Xalapa porque había unas enormes jardineras de metal
que resguardaban algunas bugambilias, mamá siempre me despertaba para mostrarme la silueta del Cofre de Perote que se veía desde la ventanilla del autobús. Cuando llegábamos a casa de mi tía, ella me preparaba hot cakes con
mermelada y mi tío me llevaba de paseo al Parque de los Berros, recuerdo que una vez me paré sobre un hormiguero enorme y gritaba desesperada pidiendo que me quitaran las hormigas, en otras ocasiones me
llevaban a Plaza Cristal y otras más íbamos al centro, donde me
compraban el tradicional “ráscale”, recuerdo que alguna vez me gané
cinco pesos.
Al final del viaje, me llevaban a una tienda que aún se encuentra en
la calle Revolución casi frente al Mercado Jáuregui para comprar los típicos dulces
de leche, llevábamos cocadas, jamoncillos y algunas almendras confitadas,
mismos que compartíamos con quienes nos iban a visitar a casa a nuestro
regreso. Viajar a Xalapa era realmente
toda una experiencia, hacía frío y debía usar suéter, cosa que en Poza Rica
sucedía un par de días al año. Durante muchos años ese fue el único paseo, el
que recuerdo con mucho cariño porque el propósito del viaje era visitar a mi
familia.
Desde que era pequeña tuve relación con esta ciudad, mamá había estudiado en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana "Enrique C. Rébsamen" y su vida universitaria había transcurrido allá por los años setenta, los relatos de la ciudad, de sus callejones, de las clases con el magnífico maestro de maestros Mateo Oliva, los bailes con la Sonora Santanera y demás anécdotas hicieron que me enamorara de tan magnífico lugar, y años más tarde yo también ingresaría a la misma institución, sin duda, la mejor Escuela Normal del país.
Hace ya varios años que Xalapa se convirtió en mi casa, como la de muchos habitantes de aquí, uno empieza siendo xalapeño por adopción y acaba siendo xalapeño por decisión. Esto no quiere decir que me olvide de la ciudad que me vio nacer, Poza Rica, lugar del que me siento orgullosa de ser, pero esa historia se las cuento en otro post.
Por cierto, el tema que interpreta Samuel Castelli me gustó muchísimo, se los comparto.
Me gusta tu relato.
ResponderEliminarMkelebenbe
Muchas gracias por leer. Te mando un abrazo.
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